23.10.05

blackjack

Cuántas veces tuve ganas de apostar
y la apuesta pagaba mal.
Cuántas veces sumé 20 con dos monos, Rey y Reina,
y el casino ganaba con 21...
Ahí sobre la mesa, enfrente,
el As que le faltaba a mi juego 
y que quedaba, una y otra vez,
en manos del destino.
Aunque mis cartas fueran altas, la caja se quedaba con todo.
Entonces me retiraba. No había caso.
Apostar era perder.

Pero esta vez, y la reputamadrequeloreparió,
cuando tengo todo que apostar,
pensando en llevarme el premio mayor,
sabiendo que las cartas del juego nunca habían sido mejores,
resulta
que no puedo apostar.
No tengo opción: me quedo con 21 a dos cartas,
Rey y As de corazón,
abiertos sobre la mesa...
Nada que hacer. El destino otra vez.
Al parecer, esta vez llegué tarde:
la caja está cerrada.