5.12.05

sinfonía

y el cuerpo que se deshace, se desintegra, como si todo lo que fuera en ese momento –piel, corazón, ideas, peso, otra vez ideas– se mimetizara y fuera una sola línea, un mismo hilo, un punto, un único plano… tirada en el suelo, cuan larga, de espalada, escuchando, prestando atención… y el antebrazo, desligado, vulnerable, donde la vibración estruja de lleno las venas… y el ritmo que se pausa, se acelera, se mueve, transita, ahí, allá, dentro y fuera del nudo que forma mi (desarmado) silencio y la música… se acoplan, todo es movimiento sin yo moverme… volviéndose una y luego otra nota, y la misma una vez más, una y otra, trenzando ese sentir ahogado, el mismo que libera y atrapa emociones, cualquier cosa cabe… melodías que se vuelven insostenibles en el cuerpo… y en la espalda, que asume una carga a la vez que un vacío, como si se abriera el suelo y me dejara flotando… el aire en la cara y el monstruo de la música que me trae de vuelta a concentrarme en la yema de los dedos, haciendo evidente la urgencia, la precisión, el golpetear en las teclas… (de sólo pensarlo, si tan solo pudiera!)… y sigue, pero la energía se hace tensa, apretada, impenetrable, hace cristal las gotas que no lloran, y la sonrisa muda, la cabeza sorda, los oídos abiertos… abismo, oscuridad, y ahí… de a poco… vuelve a descansar, una y dos veces, una y dos asimetrías que desestabilizan el equilibrio permanente… en un instante, nota tras nota, se preparan para interpelar a la vida… y se acercan al límite, casi lo tocas… cada nota se esfuerza por liberar la energía que acumula, y lo logran, vuelven al valle, descienden, avanzan, escalan, flotan, se disipan y punzan los nervios, cada uno… esa caravana que empuja y atrae, aleja y acerca, el límite… y empieza de nuevo, no desiste, no me suelta… perfecta, todo en su lugar… se intuye el ajuste, pienso en fijar lo que queda suelto para que no se escape… pero esa cascada de do, re, fa, mi, sol, la, re, fa lo reemplaza todo... buscando la nota que viene para tocar, rozar, chocar con la que le sigue… y se retuercen, una y otra se adhieren, se tocan como dos bolitas de cristal y ahí mismo se hacen aire, burbujas, y cambian… la música se sostiene a si misma, mostrando a la vez que oculta, cuando una nota salta encima de la otra, se encarama, la transforma, la persigue… y se detienen, una a una, y dos, y una, y dos, se restan… con pausa… el silencio que también entra ahí, deja su huella, compone el diálogo, el intersticio… en el fondo, se repite la escala… sobre ésta, el piano nuevamente pasa al frente, haciendo una venia, se adelanta, y ahí mismo se desencadena todo, se desenreda… uff, el corazón latiendo, latir que se convierte en otra cosa, todo se convierte en lo que escucho, no hay más... excavar, desenterrar detalles, por debajo de lo mismo que está encima del instante, el instante en que se compone esa vastedad… extremos que son principios, todo quiere expresarse antes de que acabe… cada nota lucha por expresarse antes del final: las furiosas, las delgadas, las sensatas, las groseras, las imperceptibles... cada una asume su lugar, lo reclama, lo conquista con sonidos propios y entre todas acaban por acoplarse a ese contexto donde se asoman cimas y profundidades, cúspides y fondos... dos y tres y cuatro columnas que se yerguen, compitiendo entre ellas, y ninguna gana, derriban todo a su paso, esculpiendo montañas de hielo, deshaciendo el polvo, floreciendo a destiempo… los altos, los bajos, los contrabajos… todo cabe y me hace caber en el mundo… todo se sumerge en un estado de exilio: se desvanece el aire denso, se espesa el vacío… y es perfecto… mientras tanto, desfilan las figuras de humo, se intensifica el frío en los talones, la emoción en el alma, la fuerza estrepitosa en las manos, el desapego a la vida, desapego a la materia; el cuerpo se entrega, no se inmiscuye, deja que el arrebato estimule la condena, el encierro de lo etéreo, que lo reduzca a nada, para ser ínfimo… la libertad del espacio, infinito y abarcable, al final el infinito tiene forma de música… y el cuerpo se pierde para encontrar sentidos, nada más: encontrar los sentidos y estremecerlos… tremendo, descomunal, atrevido… sinfonía estrepitosa, obsesiva, encrespada, indómita, exquisita, voluptuosa… un placer inagotable.


(la tercera de Rachmaninov)